Muchas fueron las causas
que desembocaron en la derrota. Pero la fundamental fue una razón política: el
aislamiento de la insurrección en una sola zona del Estado. La derrota fue
cruenta y sangrienta especialmente para la clase obrera. A nivel de todo el
estado español se contabilizaron 3.000 bajas, 7.000 personas heridas y 30.000
detenidas o encarceladas, como Largo Caballero y Azaña.
En cuanto a Asturias
parece que la revolución produjo más de 1.000 muertes. Pero la derrota
significaba también el inicio de una prolongada represión sobre los sectores
más combativos de la clase trabajadora asturiana. Una vez acallada la prensa de
izquierda mediante la aplicación de una rigurosa censura sobre los
acontecimientos de Octubre, se desató una airada campaña destinada a ofrecer
una particular e interesada versión de las “atrocidades rojas” y, en
consecuencia, a exigir un castigo ejemplar de los/las insurrectos/as. Las
muertes por ejecuciones sin juicio previo son numerosas y ejemplo de ello son
las masacres del Tercio en localidades como Villafría; los asesinatos del
Cuartel de San Pelayo en Oviedo o las 24 personas ejecutadas en Carbayín; de
hecho cronistas muy proclives a la derecha admiten que el número de ejecuciones
ilegales durante esta represión pasó de 00. Consecuencia también del duro
proceso represivo es la detención de 27.000 personas; la mayor parte de ellas
sufrirán torturas, tanto para obtener información como para propagar un
ambiente de terror. Torturas, razias o saqueos de pueblos enteros,
“desaparecidos” o “suicidios” en las cárceles asturianas pasan a ser algo
habitual a partir de entonces.
Las mujeres, especialmente
las de las cuencas y del Caudal, no son ajenas a esta represión que sufren
junto a los hombres y como ellos, en muchos casos, por el simple hecho de estar
afiliadas a partidos o sindicatos obreros de izquierda; también por haber
apoyado a sus maridos, compañeros o hijos durante la revolución. La represión y
la persecución política sobre éstas se traduce en detenciones temporales sin
cusa justificada, malos tratos, registros intempestivos de sus domicilios,
obligación de presentarse en los cuarteles de la Guardia Civil periódicamente,
etc.
Además de todos estos
“castigos”, las fuerzas burguesas se tomarán otro tipo de venganza: la
anulación de los contratos de trabajo. El Gobierno suspenderá la actividad de
todas las organizaciones obreras, políticas o sindicales, que habían
participado en la revolución, y el ayuntamiento de Langreo constituido en 1931
por voluntad popular es destituido por el Gobernador Civil, siendo sustituido
por una Junta Gestora de ocho miembros.
La represión gubernamental
provocará una solidaridad y unión entre todos los grupos de izquierdas nunca
conocidas. La crudeza de la represión soliviantó los ánimos y tuvo como
consecuencia una campaña a favor de la amnistía de los represaliados. En esta
campaña destaca el papel jugado por la organización femenina más importante de
estos años: la Unión de Mujeres Antifascistas (UMA).
FUENTES HISTÓRICAS:
ü
Libro de pecharromán.
ü
I.E.S.
“Cuenca del Nalón” (Luz Mª García Sánchez).
AUTORES:
ü Aitor López Moure Nº9.
Erik Rúa Fernández Nº14
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