Tan sólo en Asturias la
orden de huelga general pacífica se convirtió desde el primer momento en una
verdadera insurrección; el sector con más experiencia, con mayor grado de
organización y preparación, la minería asturiana, no dudó en aprovechar la
ocasión para lanzarse a una auténtica revolución social.
En la madrugada del 5 de
Octubre de 1934 las cuencas del Narón y del Caudal temblaban bajo el efecto de
la dinamita. El primer objetivo serán los cuarteles de la Guardia Civil. Se
trataba de anular a la fuerza armada gubernamental antes de que pudiera
intervenir, además de hacerse con su armamento. En Langreo, la benemérita
opondrá una seria resistencia. El cuarte de Ciaño tardará más de diez horas en
entregarse, tras haber sufrido un alto número de bajas. En Sama, se combatió
prácticamente durante casi dos días entre las fuerzas obreras y los guardias.
Controladas las fuerzas
gubernamentales, el objetivo de la Alianza Obrera se centrara en la toma de la
capital de la región, para lo que partieron desde las cuencas del Nalón y del
Caudal columnas de combate compuestas por mineros y metalúrgicos de ambas
cuencas. Estas fuerzas se enfrentan en la Manzaneda con las tropas
gubernamentales y, tras vencer, entran en Oviedo, donde sigue la lucha, llegando
a ocupar y dominar toda la ciudad, excepto la Catedral y el Palacio del
Gobernador. La toma de la fábrica de Trubia había supuesto un importante
refuerzo para los revolucionarios en cuanto a armas más adecuadas (rifles y
ametralladoras).
El proletariado ovetense,
frenado por sus dirigentes para respetar la consigna de huelga pacífica, no
entra en acción hasta que llegan las columnas mineras a las puertas de la
capital. Este retraso hace que gran parte de las energías se gaste en esta
lucha por domina Oviedo. Igual retraso se da en Gijón, que hasta el día 6 no
inicia la insurrección y, además no con la fuerza que en la cuenca minera, de
hecho en Gijón el movimiento prácticamente no sale de tres barrios obreros.
En la lucha que se
desarrolla en Oviedo destaca la figura de una joven de 16 años, Aída Lafuente,
afiliada a las Juventudes Comunistas, que se convirtió en símbolo de la lucha
obrera asturiana.
En los días 10ny 11 de
octubre, unidades del ejército al mando de López Ochoa consiguen romper las
líneas obreras, pasando al contraataque. Será el comienzo del fin. Además,
Asturias se había quedado sola en el intento de redención revolucionaria. La
suerte echada, pues el ejército español también rompe la resistencia y el
bloqueo a que estaba sometido en el sur de la región, mientras la Armada
controla la costa de Gijón. No queda otra opció sino el repliegue hacia las
cuencas.
A la vista de la situación
del Primer Comité revolucionario de gobierno, de mayoría socialista y presidido
por Ramón González Peña organiza la retirada, pero anarquistas y comunistas o
estaban de acuerdo, por lo que ese Primer Comité, convencido además de que el
movimiento sólo continuaba en Asturias, se disuelve y huye.
Un Segundo Comité
revolucionario, con mayoría de jóvenes comunistas, empieza a funcionar el día
12 bajo la consigna de combatir no calle por calle, sino casa por casa; esta
situación se producía justamente cuando entraba en Oviedo las tropas africanas
del ejército, iniciándose una guerrilla defensiva. La escasez no de armas, sino
de municiones, limitará la acción de los insurrectos hasta su rendición.
Una vez ocupada Oviedo por
las tropas del gobierno, se produjo una retirada masiva de los revolucionarios
hacia la cuenca del Nalón, allí se
produjo, como en Oviedo, una feroz resistencia. Precipitadamente se constituyó
en Sama de Langreo el Tercer y último Comité Revolucionario (13 de octubre),
presidido por Belarmino Tomás, que será el encargado de negociar con el general
López Ochoa las condiciones de la rendición, quien le exigirá la entrega de
armas y prisioneros por parte de los sublevados. Por su parte el General López
Ochoa se comprometió a no emplear las fuerzas regulares moras y la Legión e la
ocupación definitiva de la cuenca minera. El día 19 se pactó esta rendición y
es la fecha que pone fin a la revolución de Asturias. Faltando al compromiso pactado,
las tropas coloniales y la propia Guardia Civil se encargarán en los días
siguientes, de la “limpieza” de las cuencas, que tendrá como consecuencia una
durísima represión.
Durante estas dos semanas que duró la
insurrección en Asturias, la capacidad de gestión de que dio muestras el
proletariado se puso de manifiesto en la creación de distintos comités,
compuestos por overos y mineros, y en algunos casos también por sus mujeres,
hijos e hijas, que sustituyeron a las autoridades anteriores, y que se responsabilizaron
de diferentes sectores como la “Información Revolucionaria”, la “Gestión
Industrial”, Los “Transportes” o el “Orden Público”, la “Sanidad”, etc. Fueron
precisamente esos comités quienes llevaron a cabo una auténtica revolución
socialista
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