La patronal agraria
ante la lucha de clases (1933)
“Mi ilustre y querido amigo don Nicolás Alcalá Espinosa, en
su discurso elocuentísimo, como todos los suyos, ha hecho una alusión a la
historia de España, y ello trae a mi memoria palabras del Ministro de
Agricultura, don Marcelino Domingo, que en un discurso pronunciado en Murcia,
aludiendo a la conducta de las muchedumbres en España, en estos últimas
tiempos, dijo: “es el fenómeno de las masas entrando en la historia de España”.
Pero yo os digo, señores, al recordar esa frase del Ministro, que no he visto
esa entrada por ninguna parte, porque no creo que hayan entrado en la historia
de España esas masas, que, como obedeciendo a una consigna, en un mismo día
invadieron centenares de fincas rústicas; apoteosis de la impunidad, se
dedicaron al hurto de la aceituna, de la beIlota, de todos los frutos, y al
sacrificio del ganado; no creo que hayan entrado en la Historia esas masas que
se reúnen en las Casas del Pueblo para acordar el rendimiento mínimo del
trabajo, obligando a los albañiles a no poner más de 50 ladrillos al día, y a
los cogedores de aceituna a no pasar de cuatro fanegas por las tres personas de
cada casa, evidenciándose así la impropiedad el lenguaje, porque en vez de
Casas del Pueblo resultan “Casas contra el Pueblo” (Muy bien); no creo .que
hayan entrado en la Historia esas masas campesinas que antes permanecían tan
sumisas, hasta el extremo de que en 1928 sólo hubo en España 87 huelgas, y en
el año 1931 llegaron a 704, ‘subiendo a 805 en 1932; ni siquiera creo que hayan
entrado, en la Historia esas masas campesinas que en diversos lugares, llegaron
al crimen de repugnante alevosía, porque para alcanzar esos tristes hechos la
categoría de historiables hubiera sido preciso no excluir del área del proceso
inquisitivo la responsabilidad por inducción de aquellos otros que durante años
y años se dedicaron a predicar doctrinas extremistas por todos los pueblos de
España, en presencia de muchedumbres que tienen la venda de la ignorancia
puesta en los ojos y el veneno del odio infiltrado en el corazón» (Aplausos).
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