El gobierno de Manuel Azaña tuvo que
hacer frente a la oposición de monárquicos, unidos bajo Acción Española en la
línea de la extrema derecha francesa, y anarquistas. Pero las mayores dificultades
que acabarían con él provenían de sectores menos violentos pero más efectivos:
de la derecha parlamentaria, dirigida por José María Gil Robles y del propio
bando republicano disconforme con la actuación del gobierno. En 1932, las protestas
se hicieron más violentas y entre 1932 y 1933 nacieron dos partidos
conservadores, la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) y
Renovación Española.
En 1933 las diferentes consultas
realizadas daban como resultado una ventaja considerable a la oposición, y Azaña
tuvo que rendirse a la evidencia: la coalición republicano-socialista había
perdido el apoyo del pueblo. Entonces se forma un gobierno exclusivamente
republicano, presidido por Alejandro Lerroux, que no tardó en ser derribado. Fue
Diego Martínez Barrio, también del Partido Radical, el encargado de presidir un
nuevo gobierno destinado a convocar nuevas elecciones para noviembre de 1933.
La consulta electoral se desarrolló
con gran entusiasmo por parte de la oposición. La Ley Electoral vigente favorecía
las alianzas, cosa que tuvieron muy en cuenta las derechas, que elaboraron
programas comunes. Sin embargo, la izquierda no optó por la misma táctica: los
anarquistas se abstuvieron y no hubo una colaboración significativa entre
socialistas y republicanos de izquierda. Los dos grandes triunfadores de las
elecciones fueron Alejandro Lerroux (Partido Radical) y Gil Robles (CEDA).
El Partido Radical no obstante carecía
de un plan político efectivo y consideraba el poder como un fin en sí mismo; y
la CEDA agrupaba a personas sólo unidas en la defensa del catolicismo, lo que
explica las dificultades de los dirigentes ante las tensiones entre los
diversos sectores del partido. A pesar de ello, se mantenía la unidad debido a
la personalidad de su líder, Gil Robles. De este modo, en el mapa electoral de
estas segundas elecciones, al contrario que las primeras, se observa una clara
y rotunda victoria de las derechas en toda la península incluidas las islas
Baleares y Canarias, a excepción de Huelva y Gerona, y algunas zonas parciales
de Madrid, Barcelona (la gran parte), La Coruña y Málaga.
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