Reforma militar
Dicha reforma apenas fue rectificada por los
posteriores gobiernos del centro y de la derecha.
Pendientes desde el Desastre de 1898 de una
reforma modernizadora que nunca llegaba, en la crisis de la Restauración de las
Fuerzas Armadas se habían independizado den la práctica del Poder civil al
tiempo que se potenciaban sus dos actividades fundamentales: la custodia del
orden social interno frente al emergente movimiento obrero y la guerra colonial
para la ocupación del Norte de Marruecos.
En la práctica, los individuos de la tropa
eran unos 84.000, lo que creaba una hipertrofia de mandos que convertía al
español en el segundo ejército europeo con menos soldados por oficial. El
exceso de oficiales respondía a causas políticas ya que las guerras coloniales
habían promovido a gran cantidad de mandos.
Las dificultades económicas y la falta de
iniciativa provocaban una seria carencia de armamento. Se llegó a denunciar la
existencia de regimientos con 80 hombres y unidades de Caballería que no
disponían de caballos.
Los decretos más importantes fueron los
siguientes:
a) La
promesa de fidelidad a la República. Este Decreto, del 22 de abril, pretendía
vincular personalmente a los militares a la defensa del régimen naciente, forzando
la baja de los monárquicos recalcitrantes. Es seguro que muchos lo hicieron
para no perder su empleo, y que ello no les hizo sentirse más obligados hacia
el régimen.
b) El
Decreto de retiros extraordinarios de 25 de abril, buscaba aligerar las plantillas
del personal sobrante, antes de acometer la reforma orgánica del Ejército.
Abandonaron el Ejército los militares menos profesionales, lo que mejoró la
calidad media. La reducción de mandos facilitó, además, la reorganización de
las unidades y ofreció mejores expectativas de promoción a los que se quedaron.
c) Reorganización
del ejército metropolitano, iniciada por un Decreto de 25 de mayo de 1931 por
el que la División era mantenida como unidad básica de combate, pero las 16
existentes eran reducidas a ocho. Se disolvió el Cuerpo Eclesiástico del
Ejército, constituido por los capellanes castrenses, se traspasó el Cuerpo de
Carabineros, encargado de la vigilancia fronteriza, al Ministerio de Hacienda y
se independizó a la Cruz Roja, hasta entonces dependiente de las Fuerzas
Armadas. Las Regiones Militares, divisiones administrativas de la Monarquía,
fueron sustituidas por ocho Divisiones Orgánicas y sendas Comandancias
Militares en Canarias y Baleares, al tiempo que desaparecían las Capitanías Generales
y la categoría de teniente general, con lo que, en adelante, el empleo más alto
que podía alcanzar un militar era el de general de división (Decreto de 16 de
junio).
d) Reorganización
del ejército de África. El Decreto de 4 de julio disminuyó los efectivos de las
tropas coloniales en unos siete mil individuos y poco después se separaron los
cargos de Alto Comisario, encomendado a un civil, y de Jefe Superior de las
Fuerzas Militares de Marruecos, asumido por un general y subordinado al
primero.
Reforma de la Justicia militar. Anular la
nefasta Ley de Jurisdicciones de 1906, que colocaba bajo la Justicia militar a
los civiles acusados de delitos contra la Patria o el Ejército. Suprimió el
Consejo Supremo de Guerra y Marina, traspasando sus funciones al Tribunal Supremo.
Los fiscales militares quedaron bajo la autoridad del Fiscal de la República.
Las medidas a largo plazo eran mucho más
complejas, ya que suponían un ambicioso programa de modernización material y
humana.
Las líneas fundamentales de esta actuación
fueron las siguientes:
1. Política
de destinos y ascensos.
2. Se
determinaron también nuevas modalidades de reclutamiento.
3. Reforma
de la enseñanza militar
4. Creación
del Cuerpo de suboficiales y refuerzo de la Escala de Complemento.
En conjunto, la
legislación militar del primer
bienio constituyó un esfuerzo impresionante de planificación, y de haberse
podido aplicar como fue diseñada, habría cambiado la faz de las Fuerzas
Armadas. Sin embargo, la reforma y la reducción de plantillas, fue duramente
combatida por la derecha y por un sector de la oficialidad que, como el general
Mola, veía en ella un
propósito político de "trituración" de un Ejército del que
desconfiaban los gobernantes republicanos. Azaña, no exento de soberbia
política, hizo poco para defender su proyecto ante la opinión pública y sus
desahogos verbales contribuyeron a crear agravios que pesaron luego en la
actitud contraria al régimen de muchos militares. El intento de golpe
de Estado encabezado por el general Sanjurjo, en agosto de ese
año, fue exponente del malestar de una parte del Ejército por causas no
estrictamente políticas. La fortísima campaña desatada por los medios
conservadores contra la reforma, personalizada en la figura de Azaña,
contribuyó, además, a convertir al primer ministro en la auténtica bestia negra
de muchos militares.
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