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viernes, 21 de marzo de 2014

Reformas del primer bienio de Azaña (1931 – 1933) (II)



Reforma militar

Dicha reforma apenas fue rectificada por los posteriores gobiernos del centro y de la derecha.
Pendientes desde el Desastre de 1898 de una reforma modernizadora que nunca llegaba, en la crisis de la Restauración de las Fuerzas Armadas se habían independizado den la práctica del Poder civil al tiempo que se potenciaban sus dos actividades fundamentales: la custodia del orden social interno frente al emergente movimiento obrero y la guerra colonial para la ocupación del Norte de Marruecos.
En la práctica, los individuos de la tropa eran unos 84.000, lo que creaba una hipertrofia de mandos que convertía al español en el segundo ejército europeo con menos soldados por oficial. El exceso de oficiales respondía a causas políticas ya que las guerras coloniales habían promovido a gran cantidad de mandos.
Las dificultades económicas y la falta de iniciativa provocaban una seria carencia de armamento. Se llegó a denunciar la existencia de regimientos con 80 hombres y unidades de Caballería que no disponían de caballos.
Los decretos más importantes fueron los siguientes:
a)    La promesa de fidelidad a la República. Este Decreto, del 22 de abril, pretendía vincular personalmente a los militares a la defensa del régimen naciente, forzando la baja de los monárquicos recalcitrantes. Es seguro que muchos lo hicieron para no perder su empleo, y que ello no les hizo sentirse más obligados hacia el régimen.
b)    El Decreto de retiros extraordinarios de 25 de abril, buscaba aligerar las plantillas del personal sobrante, antes de acometer la reforma orgánica del Ejército. Abandonaron el Ejército los militares menos profesionales, lo que mejoró la calidad media. La reducción de mandos facilitó, además, la reorganización de las unidades y ofreció mejores expectativas de promoción a los que se quedaron.
c)     Reorganización del ejército metropolitano, iniciada por un Decreto de 25 de mayo de 1931 por el que la División era mantenida como unidad básica de combate, pero las 16 existentes eran reducidas a ocho. Se disolvió el Cuerpo Eclesiástico del Ejército, constituido por los capellanes castrenses, se traspasó el Cuerpo de Carabineros, encargado de la vigilancia fronteriza, al Ministerio de Hacienda y se independizó a la Cruz Roja, hasta entonces dependiente de las Fuerzas Armadas. Las Regiones Militares, divisiones administrativas de la Monarquía, fueron sustituidas por ocho Divisiones Orgánicas y sendas Comandancias Militares en Canarias y Baleares, al tiempo que desaparecían las Capitanías Generales y la categoría de teniente general, con lo que, en adelante, el empleo más alto que podía alcanzar un militar era el de general de división (Decreto de 16 de junio).
d)    Reorganización del ejército de África. El Decreto de 4 de julio disminuyó los efectivos de las tropas coloniales en unos siete mil individuos y poco después se separaron los cargos de Alto Comisario, encomendado a un civil, y de Jefe Superior de las Fuerzas Militares de Marruecos, asumido por un general y subordinado al primero.
Reforma de la Justicia militar. Anular la nefasta Ley de Jurisdicciones de 1906, que colocaba bajo la Justicia militar a los civiles acusados de delitos contra la Patria o el Ejército. Suprimió el Consejo Supremo de Guerra y Marina, traspasando sus funciones al Tribunal Supremo. Los fiscales militares quedaron bajo la autoridad del Fiscal de la República.
Las medidas a largo plazo eran mucho más complejas, ya que suponían un ambicioso programa de modernización material y humana.
Las líneas fundamentales de esta actuación fueron las siguientes:
1.     Política de destinos y ascensos.
2.     Se determinaron también nuevas modalidades de reclutamiento.
3.     Reforma de la enseñanza militar
4.     Creación del Cuerpo de suboficiales y refuerzo de la Escala de Complemento.
Modernización del material.
Azaña a su llegada a Barcelona
En conjunto, la legislación militar del primer bienio constituyó un esfuerzo impresionante de planificación, y de haberse podido aplicar como fue diseñada, habría cambiado la faz de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, la reforma y la reducción de plantillas, fue duramente combatida por la derecha y por un sector de la oficialidad que, como el general Mola, veía en ella un propósito político de "trituración" de un Ejército del que desconfiaban los gobernantes republicanos. Azaña, no exento de soberbia política, hizo poco para defender su proyecto ante la opinión pública y sus desahogos verbales contribuyeron a crear agravios que pesaron luego en la actitud contraria al régimen de muchos militares. El intento de golpe de Estado encabezado por el general Sanjurjo, en agosto de ese año, fue exponente del malestar de una parte del Ejército por causas no estrictamente políticas. La fortísima campaña desatada por los medios conservadores contra la reforma, personalizada en la figura de Azaña, contribuyó, además, a convertir al primer ministro en la auténtica bestia negra de muchos militares.

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