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viernes, 21 de marzo de 2014

Reformas del primer bienio de Azaña (1931 – 1933) (V)





Cuestión autonómica


La represión de los nacionalismos por parte de Primo de Rivera contribuyó a agravar el problema de las autonomías, sobre todo en Cataluña y el País Vasco. Le tocaba a la República resolverlo como consecuencia de su proyecto democrático global para España.
Cataluña es donde el nacionalismo tenía más fuerza, debido a la mayor difusión de su idioma y a que agrupaba los partidos catalanes de derecha e izquierda.
Los resultados electorales de abril de 1931 situaron a Esquerra Republicana, partido que agrupaba a los nacionalistas, dirigidos por Francesc Maciá, como fuerza política suprema en Cataluña. Para llegar a un acuerdo, tres ministros del gobierno provisional viajaron a Barcelona, allí se constituyó un gobierno catalán –la Generalitat– que elaboraría un Estatuto de Autonomía; el “estatuto de Nuria” (lugar donde se redactó), sometido a consulta popular obtuvo una espectacular aprobación y sería presentado en las Cortes Constituyentes.
El Estatuto de Cataluña fue aprobado en septiembre de 1932 tras poner de acuerdo con la Constitución la asignación de una serie de competencias al gobierno de la Generalitat, mientras que otras quedaban reservadas al gobierno de Madrid. El catalán se consideraba idioma cooficial y habría un Parlamento Catalán.
El País Vasco: El PNV tenía una marcada tendencia católica y durante el período republicano este nacionalismo evolucionó hacia una democracia cristiana, con unos jóvenes dirigentes como José Antonio Aguirre que defendieron un programa de reformas sociales avanzadas. Pero no se dio ninguna solución al problema del Estatuto Vasco durante el Bienio Reformista.
Las regiones valenciana y gallega solicitaron también la tramitación de estatutos de autonomía, pero su proceso fue muy lento.
Tras haber analizado un estudio sobre las reformas del primer bienio de Azaña, como conclusión y balance del Bienio reformista, esta primera etapa republicana fue también la primera ocasión en que se plantearon globalmente los problemas más graves de la vida española con voluntad de resolverlos definitivamente. Se puede decir que el gobierno reformista consiguió algunos resultados positivos como en la cuestión catalana y las reformas militares y sociales. Sin embargo, en otros asuntos el balance fue mucho más negativo; tal es el caso de la reforma agraria y la cuestión religiosa.

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